Israel Castellanos
Revista Voz Imagen, Febrero 1990
Balbucear en los laberintos de pintura significativa es mirar hacia las profundidades del alma de su creador. Y esto significa deletrear en el alfabeto de ese universo creativo. Estas reflexiones vienen a raíz de la reciente inauguración en Oaxaca, en el Museo de la calle de Alcalá, de la obra pictórica de una joven oaxaqueña que ha recorrido parte del mundo para poder decir con la voz que su talento le dicta: Laura Hernández.
Pocos artistas en este género han tenido la capacidad para asimilar las distintas tendencias que la historia ofrece y retroalimentarla a la vez con un producto que enriquece al género humano. No sabemos aún si Laura Hernández estará al final de esta historia al lado de estos grandes. Pero lo que sí es inevitable es decir que esta pintora ha hecho con esta muestra un derroche no sólo de voluntad poética dentro de la pintura sino de una efectiva muestra de poder de concentración. Desde mi particular punto de vista, ha logrado concentrar en la tela ese pedazo de vida, de existencia humana, la ha hechizado con su hálito. El resultado es una imagen perturbadora. En pocos artistas existe el deseo explícito de convivencia entre la canción, la poesía y la pintura. Bástenos, el cuadro titulado: "Ancho Camino de Fuga. Callado tiene que estar".
Con una aceptación sin precedentes en Oaxaca, su producción más reciente totaliza las salas del museo. A través de ellas Laura Hernández viaja de la vida al mito, de la tragedia del hombre de la calle a las profundidades de los destinos de los dioses. Allí tenemos a la mujer que procrea, por imperiosa necesidad de la naturaleza, con el toro. Y nos recordará a Pasifae. Al producto prohibido: Minotauro. Para poder crear Laura nos hace pasar por encima del sentido común. Sabemos que el arte no lo necesita. Todo artista tiene su propia magia y Laura la usa. Gracias a ella tenemos mundos imposibles pero gratos a la imaginación. ¿Qué haríamos sin ella? Moriríamos de aburrimiento. He ahí el papel del artista verdadero. Ya lo dice Apollinaire.
Dentro de esta panorámica general, quiero detenerme un momento en un cuadro que es la misma imagen del, drama que ha vivido la humanidad: la figura de Cristo. Existen dentro de la pintura las visiones que han aportado tantos artistas. Está el Cristo mitificado producto de la tradición. El Cristo humanizado ya en el renacimiento. El cuadro de Laura se inscribe en esta última corriente. ¿Por qué?
No es una herejía pensar en un Cristo hombre que llevó bajo sus hombros los horrores del hombre común. La tragedia del hombre de la calle. En la concepción de esta joven artista está no el hombre designado por la divinidad sino el hombre con dolor de hombre. El cuadro se llama: "El Cristo mudo".
Ojalá el público oaxaqueño pueda aquilatar los alcances y méritos de una
pintura que busca mirar, sentir, y,
sobre todo, vivir.